Gota. Gota. Gota. Gota. Ha estado goteando desde que el GRAN fuego se encendió hoy en el cielo. Inclinándose cautelosamente fuera de la cueva, Ogma movió su dedo en el charco, enturbiando el barro. Un fuerte estruendo le hizo estremecerse y retroceder hasta lo más profundo de su morada. Su corazón palpitaba alocadamente, y Ogma miró hacia donde los GRANDES gusanos azules se habían arrastrado recientemente por el cielo. Normalmente se movían tan rápido que apenas podía distinguirlos. Ogma — era un guerrero fuerte. Incluso más que un guerrero. Ogma era el jefe. Ogma no tenía miedo de nadie. Casi de nadie, excepto de Él-Que-Mira-Desde-El-Cielo.
Él-Que-Mira-Desde-El-Cielo no le tenía miedo a Ogma. A veces hacía un ruido terrible como si estuviera golpeando el suelo con un palo enorme. A veces orinaba sobre todo el bosque y justo sobre las cabezas de todos sus habitantes. Cuando lo hacía, Ogma se escondía de él en su cueva y esperaba allí hasta que Él-Que-Mira-Desde-El-Cielo se marchaba. Ogma ofrecía ocasionalmente su caza para apaciguarlo, y luego se marchaba porque no quería entorpecer su comida. Sin embargo, a veces Él ignoraba las ofrendas, y los escarabajos y buitres se las comían.
Al principio, Ogma trataba de luchar contra Él, y así contestar a su rugido celestial, pero no podía, no importaba cuánto lo intentara. Ogma golpeaba el suelo con una lanza, agitaba su garrote, pidiendo pelea, pero Él nunca aparecía. Entonces Ogma quiso dispararle con un arco o tirar piedras, barro y palos, pero las flechas y palos caían sobre la cabeza de Ogma, sin llegar al cielo. Al darse cuenta de que no podía matarlo, Ogma adquirió de mala gana un renovado respeto por él.
Pero Ogma no tenía miedo de nadie más. Podría matarlos a todos.
Ogma nació en una tribu. ¡Una GRAN tribu! En verdad, ¿por qué había que nacer en una familia pequeña cuando se es un pariente tan GRANDE?
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